miércoles, 20 de febrero de 2013

Mujeres Malqueridas





Entrevista a Mariela Michelena, ‘Mujeres Malqueridas’




¿Por qué las mujeres más seguras de sí mismas, más exigentes, más fuertes en todos los retos de la vida, son las que más sufren en el amor?


No diría que son ellas las que ‘más’ sufren por amor, sino que ellas, tan autosuficientes para todo lo demás, llama más la atención esa dependencia ante el timbre del teléfono o la llegada de un mensaje por el móvil. Antes imperaba la idea de que la dependencia emocional era consecuencia de la dependencia económica y que la mujer sufría por amor porque perdía en su amado al ser que la sustentaba económicamente. Hoy una mujer puede ser muy fuerte para algunas cosas de su vida y muy frágil ante otras.


¿En qué consiste ser una mujer malquerida?


Es aquella mujer que, a pesar de ser querida por su pareja, se siente incómoda, sufre por amor, cree en promesas que no se cumplen, espera un compromiso que nunca llegará. Su pareja la quiere, pero la quiere mal. La quiere de una forma retorcida, o no la quiere a ELLA, con sus necesidades y sus circunstancias. Así que, no es suficiente con preguntarle a la margarita ‘¿me quiere, o no me quiere?’ A la margarita hay que hacerle preguntas más complejas: ‘¿Me quiere como yo quiero ser querida?’ ‘¿Me respeta?’ ‘¿Me toma en cuenta a mí, tal cual soy?’ ‘¿Estoy satisfecha con esta relación o sufro más de lo que disfruto?’


¿Qué es un amor incondicional?


Es una modalidad de amor que, como la palabra lo indica, no pone ninguna condición para existir. Da igual cómo me trate mi pareja, yo le voy a seguir queriendo porque mi amor no tiene condiciones. Yo no le pido ni que me quiera ni que me trate bien, yo le quiero porque sí, haga él lo que haga, y seguiré queriéndole aunque me haga sufrir. Este amor sin condiciones está muy bien cuando es de una madre su bebé, pero cuando el bebé tiene bigotes y la mujer se empeña en quererle con la misma entrega de una madre, hablamos de un mal amor que abre las puertas a que nos quieran mal.


Leyendo su libro, en el que se toman como ejemplos, historias reales, ¿podríamos pensar que los mal amores que padecemos las mujeres y que creemos que solo nos pasa a nostras son de manual?


No sé si son de manual, pero quienes leído el libro se han visto reflejadas en algunas de sus páginas, pero, a pesar de que existan elementos comunes, cada mujer tiene una historia propia que contar [...]. Los puntos de encuentro en los que todas, nos identificamos nos hacen pensar que no somos las únicas ‘ciegas’ entregadas a sufrir por amor; pero cada una de nosotras ha de recorrer su propia historia para saber cómo ella, con su nombre propio en mayúsculas, llegó hasta esa situación tan insatisfactoria.


¿Cuál es la piedra con la que tropezamos las mujeres que hace que repitamos una y otra vez la misma historia?


Es nuestra disposición a esa entrega incondicional de la maternidad. Ofrecernos en sacrificio a un ser amado que no necesita nuestros cuidados y nuestro sacrificio como si fuera un bebé.[...] Por otra parte, la primera historia de amor que cada una de nosotras vivió de una forma irrepetible junto a sus padres y hermanos, hará que nuestra ‘piedra’ sea única y tremendamente personal. Buscar esa piedra peculiar, irrepetible, y apartarla del camino para que la vida sea un poco más amable, es la labor de la psicoterapia psicoanalítica.


¿Es la casualidad o es el destino el que se encarga de unir a dos personas? ¿Por qué?


Creo poco en las casualidades, y eso que llamamos ‘destino’ es como una fuerza inconsciente que nos arrastra como un imán a la persona exacta que nos va a obligar a repetir una y otra vez una historia infantil que la mayoría de las veces se nos escapa, porque está sepultada, olvidada… En vez de recordarla, la reproducimos en la realidad y hacemos un ‘casting’ impecable para elegir a los personajes que puedan representar mejor el papel que les asignamos, de acuerdo a lo que vivimos durante la infancia.


¿Por qué muchas veces decimos una cosa y sin embargo, hacemos todo lo contrario? Ejemplo: deseamos tener una pareja estable y sin embargo nuestras relaciones son breves.


Tanto lo que decimos que queremos, como lo que en el fondo queremos son grandes verdades que suelen estar enfrentadas. Desgraciadamente, la mayor parte de las veces esa contienda la gana nuestra parte ‘secreta’ inconsciente, que elige desde lo que yo llamo una ‘agenda oculta’. La agenda que se rige desde la historia infantil, desde la complejidad de esos afectos primitivos y no desde lo que nuestra parte adulta quisiera para sí. [...]


¿Qué significa exactamente eso de ‘dejarse llevar es elegir’?


Muchas veces creemos que no tomar una decisión concreta, activamente, es sinónimo de no tomar ninguna decisión. Dejar las cosas como están, es elegir, apostando por que la realidad va a cambiar la situación o que la vida tomará por nosotros el mejor camino. Esto no es así. Somos nosotros quienes decidimos permanecer inmóviles, pensamos cosas como: ‘sé que no es el hombre de mi vida, pero por un tiempo no pasa nada’, o ‘Mientras dure…’ o, ‘Hasta que llegue uno más adecuado, por no estar sola…’ y lo hacemos suponiendo que ese ‘dejarnos llevar por las circunstancias’ no es una verdadera elección y sí que lo es. Las mujeres, generalmente, no sabemos estar en una relación ‘mientras tanto’, con mucha frecuencia nos entregamos a estas supuestas relaciones ‘esporádicas’ con las que al final sufrimos una barbaridad porque aquello que pensábamos que era un ‘pasatiempo’ resulta que sólo ha sido un ‘pasatiempo’ para él y para nosotras ha sido una enorme inversión de tiempo, de esfuerzo, de esperanza, de ilusión, de pasión…


¿Por qué las mujeres tenemos la necesidad de crear un dios y subirlo en un pedestal?


Yo creo que todos, hombres y mujeres, tenemos esa misma necesidad de crear un dios [...] Lo que pasa que la mayoría de los hombres hacen del dinero, o del poder su propio dios y nosotras solemos convertir a nuestra pareja en nuestro dios particular al que veneramos, por el que estamos dispuestas a toda suerte de sacrificios, al que le perdonamos cualquier desplante [...]Dejamos de ser nuestras propias dueñas y permitimos que sea “nuestro dios” quien nos gobierne, quien decida por nosotras… quien nos quiera bien, o mal…


¿Qué es el síndrome de la Cenicienta?


Es esa condición de la mujer que está siempre dispuesta a poner a prueba su pie y ver si encaja, o no encaja en el zapatito que el hombre tiene preparado para su ‘mujer ideal’.


Ambos entran en un juego que suele ser peligroso sobre todo para ella. Él pretende transformar a la mujer en alguien que no es ella, y siempre espera algo distinto a lo que ella es en realidad. Esto provoca una sensación permanente de incomodidad en la mujer que siempre se siente evaluada, examinada, cuestionada a ver si encaja o no en el molde de ese zapatito imposible. [...]


¿Cuándo una mujer se da cuenta que ha logrado curarse de ese mal amor?


Cuando vuelve a estar cómoda consigo misma. Cuando retoma las riendas de su vida. Cuando el teléfono no marca el ritmo de su corazón. Cuando está con alguien de igual a igual. Cuando reina la reciprocidad y las ‘condiciones’ son iguales para uno que para otro. Cuando se siente respetada y tomada en cuenta. Cuando sabe que su pareja la valora…


¿Existen los príncipes azules?


Nosotras convertimos a cualquier sapo que nos pasa por delante en un Príncipe azul. A cualquier mortal en un dios al que veneramos y a cualquier señor de bigote en un bebé… Bien es verdad que ellos están encantados y se creen Príncipes, y dioses y bebés, porque son posiciones muy cómodas y muy ventajosas para ellos que les permiten pedir, y pedir, y pedir sin sentirse en la obligación de dar nada a cambio. Cenicienta ya tiene bastante con haber sido la elegida ¡no pretenderá poner condiciones! Así que quien se inventa a un príncipe azul, o a un dios, se está colocando inmediatamente en una posición de sierva que todo lo da, de súper mujer que todo lo puede soportar.


nosotras.com

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